Gracias a los que aman la verdad

Siempre que el hombre abre nuevos caminos y obtiene de ellos conocimientos superiores, que siguen siendo completamente nuevos para los habitantes de la tierra, debe asumir que la gran mayoría de la gente los rechazará. Sobre todo en una época en la que la verdad se ha convertido en ilegal y la mentira cuenta con el apoyo de los poderosos.

Lo mismo ocurre a menor escala cuando observan a su propia familia o círculo de amigos. A medida que he ido profundizando en el tema de la reencarnación a lo largo de los últimos veinte años, al principio sólo me encontré con el escepticismo. Sólo mis alumnos más cercanos, que llevan siglos conmigo, reconocieron inmediatamente el valor, por lo que también pudieron comprender y entender de inmediato mis resultados.
Eso fue muy valioso para mí y un gran apoyo espiritual. Me gustaría darles las gracias a todos ellos, porque son mi motivación para seguir trabajando.
Mi idealismo de hacer algo bueno por la humanidad, por otra parte, se ha evaporado por completo desde entonces porque tuve que darme cuenta de que la gente ni siquiera quiere saber la verdad.

El orgullo, rehén del ego

Sin embargo, los que rechazaron mi trabajo fueron, en retrospectiva, precisamente aquellos que ya no habían seguido mi camino en encarnaciones anteriores, aunque se habían acercado a mí por diversas razones o yo había llegado a conocerlos a través de un interés por la astrología.
La mayoría de los escépticos fracasaron a causa de su orgullo, o de su envidia, así como del miedo a tener que enfrentarse a su pasado.

El orgullo siempre me ha parecido el mayor vicio que causa tanto daño. Sólo puedo sugerirles que combatan su orgullo con todo rigor y severidad hacia ellos mismos. El orgullo, en pocas palabras, consiste siempre en no ser capaces de admitir que otra persona es mejor o más grande que nosotros.
El orgullo siempre me ha sido ajeno y también un misterio, porque ¿de qué hay que estar orgulloso y, sobre todo, qué me aporta el orgullo? Que pueda seguir pensando algo de mí y de mi inexistente grandeza. ¿Cómo de grande es uno si rechaza la verdad o ni siquiera está dispuesto a examinar algo seriamente, sólo porque esto me haría darme cuenta de que no fui yo quien lo reconoció y de que las percepciones no eran mías?

No hay nada mejor para un buscador de la verdad que adquirir nuevos conocimientos y acercarse un poco más a la verdad. Agradecí a todos los que fueron capaces de iluminar una parte de mi camino con alguno de sus pensamientos o palabras, aunque lamento decir que me he encontrado con muchas más personas que han intentado deliberadamente entorpecer mi camino y denigrar mi trabajo que apoyarme a mí y a mi trabajo.
Pero también siento cierta gratitud hacia mis enemigos, porque sin ellos no habría llegado tan lejos.