Siempre que por la noche ha pasado una tormenta por la región y a la mañana siguiente todo yace en paz, me pregunto: ¿Hubo algo? Lo que queda atrás de repente parece tan irreal, como si nunca hubiera sucedido, pero hoy el sol vuelve a brillar bastante bien y también se oye el piar de los pájaros. No obstante, la naturaleza nos muestra enormes huellas de las fuerzas que han estado actuando, ya sea en ramas rotas, hojas caídas o temperaturas claramente más bajas.

Un giro o cambio no siempre llega con un estruendo tan fuerte y tan de repente como una tormenta de verano. Especialmente cuando se trata de nuestro desarrollo interior, tendemos a notar muchas pequeñas señales -al principio quizá incluso imperceptibles- de que algo nos está sucediendo gradualmente, en lugar de con un impacto estrepitoso. Intuiciones, situaciones extrañas que no podemos explicar lógicamente. ¿Había algo? ¿O nos lo acabamos de imaginar? La primera vez, puede que nos inclinemos a olvidarlo rápidamente, pero cuando estas rarezas se acumulen, admitiremos no obstante que algo se está moviendo. Cada vez estamos más sensibilizados ante curiosidades y extrañas coincidencias que ningún ser humano podría haber imaginado. Y con el tiempo nos resulta normal percibir estas señales cada vez más conscientemente y también confiar en que deben llegarnos en el momento exacto.

Ahora también escuchamos cada vez más profundamente en nuestro interior, porque fuera simplemente hay demasiado ruido para nosotros. Allí no se entienden sus propias palabras y, en general, nos parece demasiado chillón, demasiado caótico y cada vez más insoportable. Por ello, nos replegamos cada vez más en nuestro interior en busca de paz y tranquilidad. Cuanto más nos sumergimos, más oscuro se vuelve al principio. Pero no hay forma de evitar el hecho de que tenemos que llegar al fondo de nuestros lados sombríos, hasta el fondo, de lo contrario siempre quedará un residuo. Cada vez, nos aventuramos un poco más abajo, sólo para horrorizarnos al descubrir lo que ha permanecido latente durante tanto tiempo. Sí, efectivamente, antes había algo, que ahora sigue estando ahí. Pero tenemos la oportunidad de trabajar en ello. Cada vez, vamos más allá. No la milla extra que recorremos cuando malgastamos decenas de horas en cosas sin sentido, sino la que al final nos conducirá a la verdad, la que nos recompensará por todo nuestro esfuerzo, sangre, sudor y lágrimas. Pero eso es sólo al final.

Al principio, no tenemos ni idea de las enormes fuerzas que actúan en nuestro interior. No tenemos ni idea del camino que hemos tomado. Y muchas veces preferimos desear una tormenta de verano con un gran estruendo, porque el camino lento a menudo nos parece demasiado duro y está pavimentado con tantos sacrificios insoportables que tenemos que hacer por él. Más de una vez nos sentimos como si nos hubieran metido en una picadora de carne. Pero cada paso nos lleva más lejos en la comprensión de que esto sólo puede ser un proceso, no corto e indoloro como una tormenta, sino todo lo contrario. Porque desprenderse del “¿hubo algo?” requiere tiempo y perseverancia alimentados por nuestra fe, esperanza y amor. A pesar de todas las adversidades que se nos imponen, sentimos cada vez más una ligereza que se instala en nosotros. ¿No es cierto que Dios no espera nada de nosotros que no podamos conseguir con su ayuda? Cuanto más avanzamos, más se pone de manifiesto el sentido de todo, las víctimas ya no se perciben tanto como tales sino como una necesidad. El dolor se relativiza porque las prioridades han cambiado. Cada pérdida puede ser al mismo tiempo un gran regalo. Ya no puede detenerse ni retroceder, eso está claro.

¿Y para qué todo esto? Las ramas rotas habrán desaparecido al final, no habrá más hojas revueltas por ahí. Aquí hace un calor agradable y reina una paz maravillosa. Y el sol brillará como si nunca hubiera pasado nada.

Le deseo lo mejor, su Sabine

Contribución musical: Enya – “Only time” (con letra)